Relación melaza

Ya sé que la relación entre personas algunas veces suele ser complicada. Y siendo novios mucho más.
Un noviazgo, es una relación como la amistad, de conocerse mutuamente. De ver las virtudes y los defectos de la otra persona, y decidir, considerando qué si hay saldo a favor, poder casarse en un periodo de tiempo, ni tan largo que parezcan hermanos de sangre, ni tan corto, que parezcan promesas de niños de pre-escolar.
Como todos hemos tenido la experiencia, porque la hemos vivido como protagonista, o como simples escuchas o testigos, las relaciones de novios son tan diversas que harían falta millares de páginas para clasificarlas y contemplarlas todas. Por eso solo quiero citar, un tipo de pareja que se da frecuentemente en muchos países.
Este tipo se llama melosas, por la melaza, que es un líquido viscoso que queda como residuo de la fabricación de la azúcar de caña. Son parejas que no se despegan el uno del otro. No por el tiempo que permanecen juntos –que ya es bastante- si porque no dejan de darse besos, tomarse de la mano, acariciarse, abrazos por cualquier razón, entre otras manifestaciones. Sin considerar, al momento de hacer estos gestos, el pudor, el lugar y las personas que están alrededor de ellos. Tal vez, pensarán que soy un insensible, pero gran parte de esas manifestaciones se quedan en lo superficial. Son actos no van en función de demostrar cariño a la pareja por el amor que sienten, sino, en función de la satisfacción de la misma persona que lo está haciendo. Es la consecuencia más grave de este tipo de noviazgo, no quedan en nada. Cada uno busca su placer, y no siempre terminando en relaciones sexuales, pero si dejando un mal sabor de boca para los que estamos cerca de esas parejas o simplemente los vemos en la calle.
Hastía tanta melaza, sin que luego haya maduración, buscan estar el uno con el otro pero para que cada uno satisfaga su cuota diaria. Además, otras características de estas parejas melosas, son sus comentarios. Me causa risa, pero a la vez tristeza, comentarios como “mi amor que haremos cuando nos casemos, porque a mí no me gusta el melón” ó “me gustaría que cuando nos casemos compremos una casa de veraneo aquí” ó “eres el hombre más fuerte del mundo al cargarme la maleta (solo 2 metros de distancia y 1 kilo de peso) y “no quiero que sufras, prefiero que ya viejos me muera yo primero para no quedarme viuda. No lo podría soportar.” No digo que este mal, pero antes de embadurnar, hay que ir a la realidad. Hablar de lo claro, de lo fundamental. Conocerse cómo es cada uno. Me da la impresión de que no llegan a conocerse y ya casados se decepcionan, se les cague el sueño. Se desinflan. Habían colocado en un pedestal a la pareja imaginándose un ser perfecto.
Para un buen noviazgo lo mejor es conocerse, y la mejor forma es hablando, compartiendo, preguntando, y sobre todo rodeado de confianza, amor y sacrificio pleno. Esto sí es una garantía para luego llegar al matrimonio con muchas de las carta del juego mostradas, y con suficientes valores y virtudes cultivadas que permitirán hacer frente a las pequeñas y grandes batallas del día a día en esa nueva y maravillosa etapa de la vida de cada persona. Un buen amigo me dijo una vez: “el secreto es: querer a la persona como ella es y no como tu quisieras que fuera.”
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