Venezolana de Aviación: caos y mal servicio

Los retrasos convertidos hoy en rutina, son una burla para
nosotros como consumidores. Además que la ley, cuando se cumple, sólo beneficia
al pasajero luego de dos horas de retraso desde la hora de salida original. Lo
único que uno logra obtener es un simple almuerzo o cena en la peor y muchas
veces única cafetería del aeropuerto.
Olvidémonos por un momento del problema que aducen las
aerolíneas para justificar su retraso. Centrémonos en el propio servicio del
personal que trabaja en éstas. Sabemos que todo servicio es heterogéneo a pesar
de entrenar y capacitar a las personas. Una persona puede ser efectiva y amable
un lunes, pero el martes puede tratar de forma inadecuada a un pasajero.
Expondré mi caso más reciente con la aerolínea Venezolana, a la cual no le bastó la
multa de 4 mil unidades tributarias, que le colocó el Indepabis por irregularidades, especialmente por retrasos
y cancelación de vuelos sin previo aviso.
El escenario en Maiquetía era peor que el terminal de La Bandera
en vacaciones. Los aires acondicionados no funcionan. La fila para confirmar el
boleto en el counter no tenía orden
ni fin. El personal de la aerolínea permitía que personas no respetaran la fila
para chequear un boleto. Incluso aupaban a gestores y Guardias Nacionales que
recibían una buena comisión por trámites de última hora. ¿Cómo es posible que
una aerolínea privada se preste para este acto de corrupción?
Luego al entrar y encontrar la puerta de embarque, mi mayor
sorpresa fue que el avión se encontraba conectado al “gusano” y estábamos a
media hora de la salida pautada del vuelo. ¡Milagro, serán puntuales! grité. Luego,
al esperar más de hora y media después de mi grito de alegría, mi euforia había
desaparecido, y con ella mi buen humor inicial. Veía como el camión del
catering abastecía varias veces al avión. Ingenuamente pensé que nos
recompensaría con un banquete a cuerpo de reyes. Me equivoqué nuevamente.
Durante la espera no escuche -y estuve cerca de la puerta- alguna excusa por la
demora.
Ya dentro del avión el calor era insoportable. Al prepararnos
para despegar nadie de la tripulación pidió excusas. Ni siquiera un pan
adicional nos dieron. Durante el vuelo hasta llegar a mi destino, Maracaibo, el
calor continuó. Nuevamente pensé que nos estaban aclimatando a nuestro destino,
pero erré. Logré dormirme durante el trayecto, pero las sorpresas no había
acabado. A pocos minutos del aterrizaje, la mano de un miembro de la
tripulación, decidió golpear fuertemente por detrás de mi asiento e indicarme
que reclinará el respaldo con tono impositivo. Como siempre al cóctel le hace
falta una cereza. Al bajarme del avión e ir a la “correa” de las maletas, mi
equipaje tardó 30 minutos en salir. Todos hemos visto casos de esta misma
aerolínea que hace esperar a los pasajeros por sus maletas más de una hora.
Mucha gente me dijo que salí como un rey por el pequeño retraso,
porque incluso algunos se han visto obligados a esperar más de 5 horas y a ser
víctimas de robos de artículos en sus maletas. Lo curioso es que Venezolana no se pronuncia y menos trata
de solventar el problema. Si no cambia, nosotros sí la dejaremos botada.
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